¿TIENES UN FAMILIAR CON ALZHEIMER?

Cuando a tu padre le diagnostican Alzheimer, lo primero que haces es informarte. ¿Qué es esa enfermedad de la que tanto se oye? ¿Cómo puedes ayudarle y afrontar la enorme responsabilidad en la que se convierte su cuidado? Los primeros pasos son muy difíciles. Los síntomas están comenzando y el propio enfermo empieza a darse cuenta, incluso lo intenta ocultar. Está muy a la defensiva porque percibe que algo ocurre y que los demás también se están percatando. Poco a poco lo vas asumiendo, pero la realidad te golpea el día que llegas a casa, y tu padre, el que te ha cuidado, ha dado todo por ti sin pedir nada a cambio, ha estado a tu lado siempre que lo has necesitado, “no es capaz de decir tu nombre ni te reconoce como hija». Aquí comienza la enfermedad y el sufrimiento para la familia, ya que el enfermo de Alzheimer parece que deja de sufrir pasando a vivir en su mundo, un mundo fuera de la realidad. Surge una especie de “luto”, es como si tuvieras que despedirte de él. Lamentablemente, ¡nunca será el que fue! A este sentimiento de pérdida se le añade el agotamiento físico y psicológico que suponen los cuidados diarios que necesitan los pacientes de Alzheimer, se vuelven totalmente dependientes.
Los familiares no estamos preparados para cuidar de este tipo de enfermos. Nuestra relación sentimental nos impide tratarles como se debe, y llega el momento de plantearse pedir ayuda. Esto nos crea un sentimiento de culpabilidad y de abandono que nos impide ver con objetividad lo que realmente importa, asumiendo el cuidado con la mejor de las intenciones.
Pero el Alzheimer no da tregua, avanza. El cuidado de estos enfermos es agotador y en situaciones no logras discernir que, el responsable de su comportamiento es el Alzheimer no la propia persona. Cuando después de pensarlo mucho decides ingresarle en una residencia, te das cuenta que es lo mejor que podías hacer, porque desde ese momento, en el cual sabes que tiene todas sus necesidades básicas cubiertas, comienza la etapa de disfrutar de él todo el tiempo que la enfermedad te lo permita. Es tiempo de dedicarle amor y cariño a manos llenas, lo que él realmente agradece.
Decirte que llevar a mi padre a una residencia fue muy duro, pero ahora llegar y ver la alegría en sus ojos cuando nos ve, me demuestra que la decisión ha sido buena. Ya sé que es difícil, si has llegado hasta aquí habrás leído mi experiencia. Pienso que cuanto antes te conciencies y actúes en consecuencia, antes empezarás a disfrutar de ellos.
Begoña López de Rodas Recuero Farmacéutica Adjunta
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